1.10.08

la verdad acerca de la tía Dora

Finalizado el ensayo del protocolo de saludo a la tía, el sobrino le recordó a la prometida que no debía olvidar la postura, - ''tía es muy exigente con la presencia'' - dijo.
No era su culpa haber quedado huérfano, y mucho menos la tutora que le había tocado en suerte. Era fácil reconocer, a mil kilómetros de distancia que la tía era, nada más y nada menos, que la tía con cara de arpía. Una persona que había anclado sus costumbres en 1880 y en su mundo no existía globalización, ni capitalismo, ni Berlín, ni Irak. Casi tan conservadora como estricta, tal vez temía arder en el infierno si se saliese de la rutina familiar impuesta cuando niña. Asistía a misa inexorablemente todos los domingos, y su habitación inmaculadamente solitaria daba el aspecto sacro del lecho propio de una virgen, e indefectiblemente podía generar el disturbio de mas de una conciencia, la resurrección de Aristóteles, el motivo de semejante blancura.
Dora no sonreía, no cantaba, no bailaba, y mucho menos gritaba. De solo pensarlo, es fácil sentirse caer en un abismo. Pero se mantenía erguida, cual cactus solitario que yace en el desierto.
Nunca nadie supo cómo hacía la tía Dora, la gris tía Dora, para mantenerse viva, aunque no vivaz, en la superficie viva. Nunca un cariño, ni una alegría, nunca un amigo, ni una vecina. La tía Dora era un misterio, lo era para su familia, su barrio todo, las cortinas, las partículas de polvo, y todo lo que la rodeara... de día.
Sí, de día, porque sin embargo no lo era para su almohada, sus sábanas, ni su blanco camisón, únicos protagonistas del verdadero y profundo sentido de la vida de la tía. En las noches en que la soledad de su historia la invadía, ella recurría a sus sentires o, en pocas ocasiones, a su insomnio, pero éste último no era tan eficaz como la imaginación, porque como dice el poeta colombiano, qué mejor que escribir con insomnio que escribir sin él. La tía creaba, pensaba y creaba, sentía y creaba, el sueño le iba ganado pero seguía creando. Se sentía bailar en nubes de algodón y respirar el aroma de las palabras salidas del corazón. Se sentía libre como nunca durante el día. Despertaba su lado bohemio junto al sueño de su cuerpo. Lamentablemente, nunca nadie se enterará de lo que ella enjendró durante las largas noches de vigilia, y mucho menos lo que esa noche dió a luz. Esta noche, dándose la libertad de expresar lo absurdamente escondido tantos años, su alma partirá a la nube de algodón donde la tía bailó por las noches. desafortunadamente, los suyos nunca sabrán de esto, ni de nada real acerca de Dora, porque viajará esta noche, cuando se dé cuenta de que hay un lugar más inmaculado aún que su habitación, y se lleve consigo, el imaginario baúl de creaciones y secretos

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Josefinaquélindonombre:

Qué lindo lo que escribís, y qué bueno, buenísimo, que te animes a compartirlo. Ni hablar de expresarte, y exteriorizar y experimentar sensaciones a través del arte. Bien sabrás qué se siente al "crear", como la tía Dora. Y también qué se siente al reprimir ese deseo de crear, que a veces o casi siempre llega en momentos inoportunos.
Este es el reflejo de un alma inquieta, curiosa y sensible, no permitas que nada ni nadie impida que vuele.

Unknown dijo...

Como ya te había dicho:
¡Me encanta esta historia!
Sigue escribiendo así, me fascina...

Lord Raven dijo...

De nuevo lograste confrontarme conmigo mismo, la noche siempre trae consigo el manto del misterio, el secreto, lo prohibido y lo transgresor, tal vez no sea tan psicorrígido y anticuado como la tía Dora o tal vez sí lo sea, pero si de algo estoy seguro es de que al igual que ella creo y destruyo mundos ulteriores al mío para esconderme o para liberarme.

En esos lugares puedo ser desde el más magnánimo hasta el más insignificante, donde no existen las restricciones, donde puedo liberar todas mis emociones y ser por momentos breves y secretos el ser más feliz de la tierra.

Hermoso escrito, con mejor ortografía sería una obra de arte pulida.