17.9.17

Comeré cebollas

Hoy recibí un mensaje:
¿Creés en el amor a primera vista vos?. Creo que me pasó el viernes. Sigo con ella. Temo que viajes 10.000 kilómetros sólo para matarme.

Bueno, suerte con eso. Fue toda mi respuesta.

Me cambié, armé el mate, compré tres facturas. Tantas como planes tenía. Y me fui a la plaza.
Estaba bien pero no tanto, me pone feliz que la gente encuentre amor en tiempos en los que escasea tanto, pero también se me acababa de romper una ilusión. Así que paré en el kiosco a comprar cigarrillos y, mientras el del kiosco me decía que no tenía mentolados, me dí cuenta de algo:
No tenía ganas de llorar. ¿Por qué no tengo ganas de llorar si acabo de recibir una noticia que a mí, que necesito sentirme querida constantemente, debería afectarme muchísimo?
Me puse a pensar por qué lloramos. Llegué a la conclusión de que el llanto es consecuencia de algo que no tiene solución. La pérdida total, la muerte, la vaciedad de la vida, el fin, son motivos para llorar.
Entonces me dí cuenta que si no tenía necesidad de llorar era porque tengo soluciones al alcance de la mano.
Cuando volví al kiosco, el que atiende insistía con que no tenía mentolados, como si me estuviera diciendo que no insistiera con lo del llanto porque no me iba a salir, porque no era necesario, porque no hay motivos para deshidratarse llorando.
En cambio sí hay motivos para hacerle honor a mi nombre y a la mujer que lo inspiró.
Comeré cebollas el resto de mi vida, si es necesario, pero oliendo a cebollas llegaré a donde me proponga.

Todavía me quedan dos planes, y dos facturas, porque mientras escribo esto, ya comí una. Y la estoy digiriendo, como quien digiere un plan que se rompe, y se nutre de ello.               

1 comentario:

Daniela dijo...

Gracias. Quizas los "otros" planes son tan nutritivos que no sea necesario llorar. O quizas la manera de vivirlos nos hace amenizar los momentos. Buen provecho