25.12.18

Nadie entra bien a un hospital

Nadie entra bien a un hospital. 
Entrás mal. 
Y salís bien, 
o muerto.

Cuando entrás acá, entras mal, 
y salís mal, 
o muerto.

A: Feliz Navidad, que lo pases lindo.

B: Hola! Feliz navidad para vos también!

     Espero que lo pases lindo!

A: Qué seco.

B: Nahhhh.

B: Estoy en Punta del Este.

     Con tres amigos.

A: Qué lindo te queda el pelo así.

B: Estoy muy viejo.

A: Estás hermoso.

B: Y vos cómo la estas pasando?

A: Bien, estoy yendo a comer. Acá son las 20.30.

B: Muy bien! Nosotros ya casi por brindar.

B: Hermosa.

A: Gracias

     Estoy vieja.

B: Deberiamos estar juntos

    Ahora.

A: Y si, pero vos no venís.

B: Tiempo al tiempo.

A: Ja, qué borracho que estás.

A: Estás re lindo.

B: jajajaa.

     Qué tal la noche?

A: Paseé de una cena con argentinos a una cena con franceses. Y nadie quiere bailar.

B: Yo no bailaría. Yo te arrancaría de ahí.

A: Y qué haces tan lejos de mí?

B: No sé.

A: Vení.

B: Dónde estás ahora mismo?

A: En un uber volviendo a mi casa.

     Llego en 19 minutos.

B: Te espero.

A: Hacemos videollamada?

B: No quiero otra cosa que estar con vos ahí ahora.

A: Te espero el 22 de mayo.

     Sabés que para mi las palabras son muy importantes.

B: Viste que sos un torbellino.

     Por eso me encantás.

A: Pero te doy miedo.

B: Muchísimo miedo.

A: Y no pensás arriesgarte?

B: Enamorarse de vos no es un buen negocio.

     Siempre me frenó eso con vos.

A: Para vos enamorarse es un negocio?

     Yo no soy un restaurant.

B: No seas tan literal.

A: Y tampoco uno decide cuándo enamorarse.

B: Cuando se trata de vos y yo.

     No.

     Yo supe en la primera charla que podía enamorarme perdidamente de vos.

     Pero vos nunca lo entendiste.

A: Yo era muy chica. No podía ver como vos.

      Creo que si nos diéramos una oportunidad tal vez sería increíble.

B: Eso es un punto para mi, entonces?

A: No es un punto para nadie. Es una circunstancia de la vida.

      Si algún día perdés el miedo a estar conmigo tal vez te sorprendas.

B: Yo quiero enamorarme de vos.

A: Qué pena, porque no es algo que uno decide.


B: Quién te dio esa certeza?

     Cómo podés saberlo?

     Yo te quise mucho en silencio.

A: El silencio es muy cobarde.

     Yo solo te puedo decir que me encantaría ir a esperarte al aeropuerto.

B: Yo jamás me autoproclamé valiente.

     En escencia soy muy cobarde.

A: Esencia.

     Si, ya sé.

     Pero bueno, algo en mí sigue dando por descontado que no.

     Se ve que tan bien no te conozco, o no termino de verte.

B: Quiero ser tu novio.

A: Seguro?

B: Aboslutamente.

A: Y cómo hacemos?

B: Vamos a tener que ser pacientes.

A: Yo llevo diez años de paciencia.
     Estoy acostumbrada a esperarte.

B: Nunca me tuviste en cuenta.

A: No.
     Lo que pasó fue que nos tuvimos en cuenta en distintos tiempos.
     Cuando para mí eras super importante, yo para vos no.
     Y luego al revés,
      y ahora esto.

     Que no sé si es el alcohol o es cierto.
 
   














22.12.18

Cooper

Diane, son las 19.12 del viernes 22 de diciembre, ya casi es Navidad, la gente está feliz y yo, además de no entender qué pone feliz a la gente únicamente en estas fechas, estoy en un shopping esperando para retirar entradas.
Ya intente retirarlas al mediodía pero no pude porque no tenía el pasaporte.

Diane, me di cuenta que la gente hace cosas increíbles para pasar el tiempo cuando no puede hacer demasiado.
La gente adelante mío baila la música ambiental del shopping.
Otros miran sabanas y discuten los precios.
Yo me puse a hojear mi pasaporte.

Diane, quise corroborar que los datos de mi pasaporte estuvieran bien, a pesar de haber atravesado más de 12 países con este pasaporte, yo quería corroborar una vez mas, que yo fuera yo.
Me miré en esa foto, Diane. Y me pareció que ya no era yo.

Diane, mi cara en esa foto no es para nada feliz.
Me puse a analizar qué me pasaba en esa foto.
No estaba triste, estaba mal, incómoda con la persona que me tomaba la foto.

Y me di cuenta, Diane, que me molesta mucho tener que acreditar todo el tiempo que no soy otro.

Diane, me piden el pasaporte para legitimar mi identidad, pero no por quien soy, sino por quien no soy.

Y me di cuenta, Diane, que sigo siendo yo, la de esa foto y la de esta fila, porque tanto en ese entonces como ahora, me molesta hacer tramites.




12.12.18

Cosas verdes

Cuanto más uno gasta dinero más se gasta.
A sí mismo.
Como si en el hecho de extender la mano con un billete pegado a ella, con una tarjeta, desgastara los músculos. Como una enfermedad degenerativa (qué dice esta troska?)

Esto:
Como si de tanto usar el pulgar oponible para sostener papelitos o plastiquitos, este fuera perdiendo fuerza y, cada vez, uno tuviera que hacer más esfuerzo para sostener esas cosas que, ademas, uno suele sostener por una mínima fracción de segundo.

Cuanta falta hace, a veces, siempre, sostener por más tiempo.
La inmediatez del día a día, hoy, está reflejada como una metaforita chiquita pero contundente, en esa acción de sostener el billete o la tarjeta, por un tiempito cortísimo, cuanto más corto, mejor.

Porque nadie quiere tener un billete mucho tiempo en la mano, porque ya quiero que me lo saquen y me den algo a cambio, que no quiero seguir presionando el pulgar oponible, carajo, que no me da placer.

A mi me encantan las cosas verdes, pero las prefiero de una textura más amable y duradera en mi mano, que el billete:

Que sean un poco gomosas, como el pasto que arranco para masticar de a poquito como una ardilla,
o suavecitas como el hilo de bordar,
o crujientes como la yerba mate,
o, incluso, elásticas como un moco que me saco con placer y lo hago bolita hasta que elijo hacia dónde tirarlo en el Bosque de Chapultepec un domingo a la tarde.


9.12.18

Ensalada de papa y huevo

Sentada en un auto, bien mueble en donde encuentro el espaciotiempo para pensar en cuestiones existenciales desde hace un año y pico, cerré los ojos para intentar soportar la resaca de la noche anterior y, en el espacio negro que quedó delante de mis ojos, apareció un domingo al mediodía en la casa de mis abuelos:

En mi nariz la sensación del Gancia con soda que tomaba con resaca para demostrar, en vano, que no existía tal malestar.

El salame,
el queso,
el pan casero.

Los chorizos,
el asado.

La ensalada de papa y huevo, eventualmente con cubitos de zanahoria hervida, siempre insuficiente.

El postre borracho como lo hacía, según mi abuelo, su mamá.

El café instantáneo que tomaba solamente para tardar un rato más en llegar a casa.

La caminata de vuelta a casa con mi mamá en el sopor de la digestión y de lo onírico que se vuelve un espacio cualquiera un domingo a la tarde.
Y reirnos hasta que nos duela la panza.



Abrí los ojos y, en ese auto, el día transcurrió acá y allá.


4.12.18

Nota de audio

Cada vez que decido escribir algo es porque me asalta una idea, o una sensación que se desprende de una idea, o una idea que se desprende de una sensación.
Y necesito escribirlo.
Primero lo escribo en mi cabeza y lo voy acomodando.
Un poco.
Como si fueran valijas que meto en un baúl para irme de vacaciones.
Las voy acomodando para que queden más o menos ordenadas. De alguna manera que me guste.
No necesariamente ordenadas bien, sino ordenadas por colores, o por versos, rimas, parecido de las palabras o de las valijas.
Esperando para cruzar en un semáforo vi a tres señores que venden flores, jugando a las cartas en el piso.
No sé qué juego era. Había que agarrar una carta del mazo que estaba en el medio, boca abajo, y armar un juego con el resto de las cartas que tenían en la mano.

Dos de ellos agarraban siempre cartas malas, evidentemente, porque las miraban y las dejaban caer boca arriba de una manera como si las dejaran volar al lado del mazo.
El tercero parecía estar agarrando cartas muy buenas: las agarraba con confianza, pero sobre todo las tiraba boca arriba con confianza.
En un momento hizo un juego y lo bajó, para que los demás lo vieran.
Era como si él tuviera el poder sobre las cartas, mientras que los otros dos eran esclavos de las cartas.

Siento que los juegos de mesa demuestran mucho de cada persona, de cómo se toma las cosas cada persona, y sobre la idiosincracia de un lugar.
Acá cuando no te salen cartas buenas, la gente las deja volar, como a los problemas. En cambio si te va bien, te sentís más confiado.

Si ellos tres fueran argentinos, no estarían dejando volar las cartas malas.
Se estarían quejando y, sobre todo, estarían pensando que el otro se está carteando.

Se me ocurrió ir escribiendo esto en mi cabeza y escribirlo en un soporte un poco más duradero al llegar a casa.
Pero me dio vértigo la idea de que al llegar a casa no iba a querer escribir sino tomar birra y sacarme los zapatos y que, cuando decidiera sentarme a escribir esto, la idea iba a haber cambiado lo suficiente como para no querer escribirla.
Así que decidí grabar este audio, para que de alguna manera quede ahí.
A pesar de cuando lo escriba, se volverá a escribir.

Permitirme nadar

Volver a encontrar mi centro. Sacar la vista de acaá y llevarla a la ventana, ventanilla, ventiluz.
Encontrar el espacio de mí que se emociona con una una bella imagen. Que considera bello algo que otros no.
Permitirme.
Aceptarme.
Disfrutar.
Ser.
Ablandarme.
Respirar y oler
el pasto cortado
los tamales
la crema de zanahoria
la estela del perfume de los señores
y de las señoras
saliendo del teatro.
Prescindir de dramamines
del miedo
de la sensacion de que todo el tiempo
todo
se está por romper.
Del miedo al fracaso
que solo genera eso
fracaso.
Prescindir de la culpa de haberme dejado tentar por
un dictamen
tácito
social
que dice que estoy incompleta
y que tengo que buscar mi completitud
en otro.
Prescindir de la tierra.
Permitirme nadar.

Conocerlo todo

Nunca compré la idea de conocer un pedacito de algo.
Cuando era chiquita y mi mamá me decía que íbamos a conocer una parte de un país, yo no decía nada.
Pero me jodía en las entrañas no conocerlo todo.

Los tucos del tío Daniel

Todo el mundo hablaba siempre de los tucos del tío Daniel, a quien vi una sola vez porque se murió al poco tiempo de conocerlo. Como si la vida lo hubiera hecho esperarme.
Lo poco que pude observarlo, parecía una versión mejorada de mi papá.
No llegó a conocer a su primer nieto.
El día que fuimos a conocer a Antonio, recién nacido, unos días después de la muerte de Daniel, mi papá se puso una camisa suya cuidando de no lavarla para que el bebé pudiera conocer el olor de su abuelo.

Jamás lo mencionó.

Me lo contó entre lágrimas y tos de fumador en el ascensor del sanatorio Anchorena. Y yo, que ni siquiera conocía tanto a mi papá, sentí que ese era el acto de amor más grande y único que conocería de él en 26 años.

Ahora cada vez que hago tuco siento la presión en la nuca de tener que hacerlo tan bien como el tío Daniel. Y es dificilísimo, porque sinceramente no recuerdo si llegué a probarlo o no. Pero siento que si me salen bien, soy de la familia.

Y siento que nunca lo logro, porque no me acuerdo si sé cómo era.

23.11.18

Dormir con fiebre

Tuve fiebre toda la noche.
Entre sopores y escalofríos soñé con mi abuelo.
Tenía la barba crecida un centímetro, lo cual significa un estado de abandono importante en él.
Estaba en el comedor de su casa, en la ventana donde yo jugaba a tener rayos equis, con ese mismo sol que lo iluminaba en mi sueño.
Tenía un animalito a upa, no me acuerdo si era un perrito o un corderito pero era blanco.
Se reía.
Me desperté llorando como siempre que tengo fiebre.
Extraño a mi abuelo
Está vivo
pero está muy lejos.

21.11.18

Una semana en el fin del mundo

Me mandaron una semana al Faro Les Éclaireurs, el del fin del mundo.
A cuidar el agua, si, una locura.
Es mi primer día acá.
Los pingüinos son muy simpáticos, pero a las cuatro horas de mirarlos hacer cosas graciosas que ellos no saben que son graciosas, ya me aburrí.

De un momento a otro va a anochecer y será mi primera noche acá.
Me está dando entre ansiedad y desesperación.
Me quedan seis días de esto.
Traje un libro pero lo tengo que dosificar porque a este ritmo me lo termino mañana junto con el desayuno.

Se hace de noche y los pinguinos duermen.
Algunos roncan, o pareciera que roncan.

En este montículo de piedras me siento más encerrada que nunca
quiero salir pero no sé a donde, si ya estoy afuera.
Hace un frio de cagarse, aunque cueste mucho cagar con frío, así decimos.
Todo lo que me era indispensable hasta hace unas horas, ahora no me sirve: las monedas, los billetes, el seguro médico.
Ni los ojos me sirven ya. La luz es toda una, el agua negra parece gelatina de tanto mirarla. Y el único contraluz que existe, lo tengo que buscar yo, anteponiendo el faro al sol, o mirando de cerca un pingüino.
Empiezo a pensar en los colores que no voy a ver en este tiempo, y me empiezan a hacer falta. Nada de violeta, amarillo, naranja. Todo rojo, negro y marrón.

Quiero ir a un lugar donde pueda hablar con alguien, donde sienta que puedo caminar y no hay fin, que esté seco.

Me saco el zapato, la media, me arremango un poco el pantalón y, con la pausa y los labios mordidos de un niño que sabe que meter los dedos en el enchufe está mal, meto los dedos del pie en el agua que quedó estancada en un grupito de piedras..

Ese será el contacto más cercano que tenga con la libertad durante esta semana.

20.11.18

No me quiero morir tarareando una de Arjona

Me gustan mucho las manifestaciones:
Lo que dice sin palabras,
la alternativa a su uso común.
Siempre desee que existiera una comunicación no verbal
una comunicación al nivel de las ideas
algo que no necesite caracteres.
Debe ser por eso que todo el tiempo vuelve a mí esa frase de mi amigo Diego que dice que la bicicleta es mucho menos social que la caminata.
No hablaba de bicicletas ni de pies.
Se refería a sentirse acompañado en un camino larguísimo.
A aprender
lo que sea
del otro
y de uno

Me he tomado como una responsabilidad importante para mi conejito y para mí, aprender de todo lo que pueda:
de Biología, de bordado, de historia, de farándula, de conexiones eléctricas y de anillos adaptadores de EF a PL.

Es que no me quiero morir tarareando una de Arjona.

Y es que me encanta el orgasmo cerebral que significa darme cuenta que aprendí algo.

Ojalá existiera un disco que nunca jamás repita temas.
Sería muy Borgeano, o tal vez de Spinetta.

Y seguro, seguro, se parecería al amor de algunas personas
tan hermoso
tan cambiante
tan auténtico
aunque dure dos horas o veinte años
me encanta ese amor.

8.11.18

Rapsodias bohemias

El plan de ir al cine fue mío. En ese momento no consideré la alta posibilidad de que al llegar a casa aún no hubiera agua, hace nueve días que no hay, y que tuviera que salir en busca de más.
Me tomé una cerveza con unos espárragos que compré en un puesto de la calle sin bajarme de la bici (Mexico es un pueblo de 22 millones de habitantes), y cuando salía al supermercado me crucé con la vecina.
Fuimos juntas a hacer las compras, y luego me invitó a tomar una cerveza a su casa.
Tenía media hora reloj para tomar una cerveza, agarrar la bici y encontrarme con las chicas en el cine. La película empezaba a las 21.45, calculé media hora de publicidad, pero no calculé la gran posibilidad de perderme.
En una rotonda.

Como en algo que hubiera escrito Lewis Carroll, di cinco vueltas completas en bicicleta a la rotonda, con celular con GPS en la mano, hasta encontrar en cuál de todas esas callecitas tenía que doblar a la derecha. Viendo que se hacían las 21.09, las 21.11, las 21.17...
Cuando por fin encontré la calle por la que tenía que seguir camino, me di cuenta que era la misma por la que venía, pero que parecía una vereda, no una calle, y creo que por eso no la había visto. Serpenteando por entre medio de los autos y pasando semáforos en rojo con mucho cuidado, pero con dos birras encima, me choqué una moto con motociclista y todo. Y, como si fuera cosa de todos los días, me apoyé en su hombro para darme envión y seguir viaje.
El de la moto me siguió unos metros bastante asustado preguntándome si estaba bien. Que sí, gracias.
Llegué al cine, entramos cuando la peli ya había empezado.
Rapsodia bohemia.Todo fue normal, una peli comercial, pochoclera, más. La prótesis dental del que hace de Freddy un poco por demás exagerada, y un intento extremo e implícito, por justificar lo gay con un momento intenso de drogas y excesos en la vida del protagonista y, por supuesto, su homosexualidad no es su culpa sino que es culpa del que lo tienta y que, obviamente, luego lo traiciona reiteradas veces, porque los gays son absorbentes y malos, sobre todo malos.

La peli terminó con ''Dont stop me Now'', pero mí noche termina recordando el verano en que todas las putas mañanas desperté a mi prima Pauli poniéndole el celular en la oreja al sonido de "Tonight I gonna have myself a real goodtime". Las primeras dos o tres mañanas, logré reproducir la canción hasta "I fee ali i i ive, and the world...", y el resto de las mañanas, cuando llegaba a la parte de "...real goodtime..." Ya estaba ligando sopapos y haciéndome una buena reserva de venganzas que serían recibidas con el paso del verano, los alacranes y los 50 grados en Santa Fe.

6.11.18

Mañana con trencitas

Hoy me tocó trasladar ocho cajas que, cada una, pesaba lo que un niño de 4 años promedio. 
Me habían dicho por teléfono anoche, que cada caja pesaba diecisiete kilos, y que pidiera ayuda para subirlas a mi casa.
Pero diecisiete kilos pesaba cada una de mis primas cuando tenían seis años, pensé yo, que a esa edad sabía cuánto pesaba todo el mundo porque era obesita y estaba traumada.
Anoche subí las cajas sin problema y sin ayuda.
Hoy a la mañana no fue tan fácil como anoche. Por suerte el señor del Uber me ayudó a cargarlas en el auto. 
Ocupaban mucho espacio y a mí me dolían los ovarios.
Por suerte, puedo decir ‘’por suerte’’ porque la verdad es que mi escaso tamaño en general me ayuda mucho a moverme con facilidad, pude meterme debajo de una de las cajas y viajar en el asiento delantero.
La caja era tan grande que tuve que elegir ir mirando por la ventanilla o ir mirando al chofer, o ir mirando hacia adelante pero con la nariz aplastada en la caja.
Me decidí por la ventanilla.
Iba mirando la calle, los autos, la gente, los carteles. En un momento mis ojos fueron a dar al espejito retrovisor de la puerta, y me vi.
Y vi mi pelo, que lavé por ultima vez el domingo pasado en Puebla, porque en Ciudad de México está cortada el agua desde el 31 de octubre. Hoy es 6 de noviembre. Mi pelo ahí, duro, estoico, porfiado. Me dio entre impresión y vergüenza ir a trabajar así.
Arrastré mi nariz por el lateral de la caja hasta que logré mirar al chofer y preguntarle si sabía qué pasaba con el corte de agua.
Con sonrisa y casi risa, como si a él no le afectara no poder lavarse el culo, las patas o el pelo con comodidad, levantó ‘’El Publímetro’’, un diaro amarillista como el 85% de los diarios de acá, y me mostró un titular que decía que no habría agua hasta el fin de semana.
Volví a arrastrar mi nariz por el lateral de la caja hasta lograr mirar los autos, la gente y los carteles otra vez, y pensé ‘’mañana voy con trencitas’’.

1.11.18

No sé quién sos

Tardé una caja de saquitos de té de manzanilla, lo que duró la relación, en entender que Mirtha Legrand tiene razón.
''Como te ven, te tratan. Y si te ven mal...''
El público responde: ''te maltratan''.
Lo primero que temí, cuando lo ví venir por el lado contrario y me dí cuenta que venía a dejarme, fue no poder volver a escuchar mis discos favoritos porque me harían acordar a él.
Pero (claro) por suerte jamás habíamos escuchado mis discos favoritos porque siempre había que escuchar lo que él quería.
Así que volví a Axel Krygier, a Fémina, a Luiz Bonfá, a Tom Zé, y a todos los discos que he escuchado con gente que amo y que me recuerdan a ellos.
Lo segundo que temí fue que mi perfume me recordara a él, pero por suerte tengo la pequeña colección de perfumes que me fue armando mi madrina en cada paso por el free shop, así que si un día se me cantan los ovarios ponerme Kenzo para ir a yoga, me lo pongo, y a la puta que lo parió.
Lo tercero que temí, y sí sucedió, fue extrañarlo mucho a la mañana. Me había acostumbrado a despertar abrazada. Y sí fue doloroso, pero también me dí cuenta de que eso era lo único que extrañaba. Tal vez porque dormidos y amaneciendo somos inocentes y buenos, y no somos tan absorbentes, aunque dormir toda la noche envuelta en otra persona debe significar algo.

Lo mejor de todo fue el día que me dí cuenta de que ya no lo extrañaba: Ahí caí en la cuenta de que no sólo no lo extrañaba, sino que estaba siendo muy feliz.
Fue cuando buscando un mail, me puse a leer un mail suyo y no me dí cuenta de que era suyo sino hasta el final, cuando leí su firma.
A mí me pasa que reconozco a mis seres queridos enseguida, por una frase, por la voz, aunque ellos mismos no se identifiquen.
Al leer su mail y no reconocerlo, me di cuenta que no sólo no lo extrañaba más, sino que ya no lo conocía.


25.10.18

Complicaciones de llamarse Josefina

Si bien estoy acostumbrada, y la verdad es que no me molesta, a que me digan ''Delfi'' o ''Sofi'', en México es poco común, por no decir imposible, que una persona de mi edad, 26 años al momento en que escribo esto, se llame Josefina.
En general Josefina son abuelas, tías abuelas, bisabuelas, gente muerta.
El hecho de que me llame Josefina en un país donde mi nombre es poco común en gente joven, ha hecho que la semana pasada me llamara a mi celular un hombre cuya voz pertenecía a alguien que, deduje, podría ser mi padre, o al menos un hermano mucho mayor que yo, que me dijo ‘’mamá, soy yo, por favor ayúdame, unos señores me agarraron’’. Respondí que qué quería, a lo que respondió ‘’ayúdame mamá’’.
Me molestó muchísimo que el chanta este no se diera cuenta que mi voz no le pertenecía alguien que pudiera ser su madre. Respondí que yo no tenía hijos, y le corté, bastante ofendida por no haberse percatado de la edad de mi voz.

Hoy a la tarde, me han llamado de casa Galloso, una casa funeraria de renombre de acá de México, para ofrecerme un combo de cajón y parcela en un cementerio. 

BUENO

Estas cuestiones con mi nombre, se suman a las cuestiones de mi apellido paterno, Stefani, en un país donde el 85 por ciento de las mujeres de mi edad se llaman Stefani, Stefanie, Stephanie, Stefany, Stephany, Estefani, Estefany, y todas las combinaciones de letras que puedan surgir y que suenen igual a mi apellido. Con lo cual la gente, aún la que me conoce, me dice Steph, Steph, Stefi… Incluso cuando entrego mi pasaporte donde dice :
Nombre: Josefina
Apellidos: Stefani Marengo.
Hoy saliendo de una reunión en un edificio de esos que te hacen dejar hasta los calzones para acreditar inocencia, estaba retirando mis calzones y mi pasaporte. Me preguntaron mi apellido para poder buscar mi identificación (no sirve que diga ‘’es un pasaporte argentino, ellos quieren siempre saber mi apellido), a lo que respondí, no sin antes sentir un poco de escozor por lo que ya sabía que venía luego de pronunciar mi apellido, haciendo sonar medio segundo cada letra ‘’sssssssteffffffani’’.
La chica que me tenía que devolver la identificación, agarró el pasaporte, lo abrió, lo leyó, me miró y me preguntó ‘’Marengo?’’.

No es fácil tener nombre de vieja y apellido de nombre. Lo que más me agobia es proyectarme de acá a cuatro años teniendo todavía el mismo inconveniente con mi apellido paterno. Porque, intuyo, soy la única sera humana coneste apellido en una ciudad de 22millones de personas que piensan que Stefani solo puede ser un nombre, y siento que ya estoy grande para que me empiecen a pasar estas cosas.

22.10.18

Veces

Hay veces que todo mi anhelo se circunscribe a ver Un hombre sin suerte en teatro independiente, aunque no me haya gustado tanto cuando la vi, a pesar de que la dirigía Osmar Núñez.
Hay otras veces que todo mi anhelo se circunscribe a actuar Un hombre sin suerte en el teatro independiente, dirigida por mi profe que aunque no sea más profe, siempre lo va a ser.
Hay veces que quiero ver pochocleras, y hay veces que quiero ver películas del Dogma.
Hay veces que quiero salir a correr para siempre.
Hay veces que quiero irme a vivir a la montaña y criar gallinas,
y hay veces que quiero trabajar en una empresa y ser lo que el mundo dice que es ser exitosa.
Hay veces que quiero cocinar, y hay veces que quiero ir a la pizzería de Carlos, aunque no sea de Carlos, y Carlos sólo sea el mozo, y sea un pesado bárbaro, y la pizza no esté buena y sea un poco cara.
Siempre hay veces que quiero.
Porque siempre quiero.

19.10.18

Jugo Mocoretá

Qué estupidez tan grande probar un sorbo de esa mierda llena de azúcar que no tiene nada bueno para dar y que intoxica tanto el cuerpo.
De valor nutricional nulo. Fabricado concentrado, coloreado, perfumado, endulzado, envasado, rebajado, tomado y meado.
Esa es la cadena de la vida de un jugo Mocoretá concentrado.
Qué bien la puede hacer a un ser ingerir una sustancia así?
Sabiéndolo, fui y pedí uno.
Lo guardé en la heladera con mucho recelo. 
Me lo tomé de a poco, pero rápido, se ve que la botella era más chica de lo que yo percibí.

Por suerte.

28.6.18

Fallas en Chromecast

Hoy, a raíz de un mail que recibí de Chromecast pidiendo disculpas porque saben lo frustrante que es que haya fallas en el sistema, pensaba en cómo la aparición de nuevas tecnologías genera la aparición de nuevos sentimientos en los seres atravesados por el lenguaje a.k.a. nosotros.

Pensaba en que seguramente el hombre de las cavernas tenía una gama mucho más corta de sentimientos, que me los imagino serían básicos como hambre, sueño, exitación, ganas de hacer pis, de cagar, y algunos más complejos tipo ira con algo de la naturaleza que no fuera de su agrado.
Y así entiendo que, al crear instrumentos cada vez más complejos, se han ido complejizando nuestras emociones con respecto a ellos, y a la vez con respecto a los demás seres cuyas emociones están en proceso de complejización también.

Entonces empiezo a pensar, de una manera todavía no muy clara, que cuando uno, tan chiquito para la historia de la humanidad, se cruza con otra persona con la que no logra comunicarse emocionalmente, es porque sus emociones se han estado desarrollando de distintas maneras y a distintos ritmos, a partir de distintas experiencias.

Y a veces no hay demasiado que hacer, más que entender que el otro no siente como uno, ver si eso a uno le hace mal o no, y si le hace mal, irse. Tal vez en la ida haya más gente con la misma paleta emocional que uno

Una conclusión a la que me hizo llegar un mail sobre una falla en Chromecast.

27.6.18

La tristeza.

A veces la tristeza duele hasta las axilas.
Y no podés levantar el tenedor para comer
los brazos para vestirte
para acomodarte el pelo,
correrte las moscas de la cara
cachetearte las orejas para evitar que te piquen los mosquitos.

Todas las extremidades te hace doler la tristeza.
Toda la existencia.
Y las picaduras.
Y las palabras.

26.4.18

Prólogo de Escuela de Natación, un libro que jamás terminaré

Las ideas que uno no anota cuando surgen y luego se olvida, ¿desaparecen o quedan guardadas en algún lugar que se activa cuando uno tiene experiencias similares a las que despertaron la idea original, como si fuera un útero de ideas?

Lamento que este libro no sea lo que muchos esperan.
He caído en el individualismo posmoderno que nos alienta a mostrarnos, escribirnos y crearnos de todas formas posibles, para sentirnos importantes frente a otros. La verdad es que no sé si hice este libro para mí,  o para sentir que tengo un pequeño momentito de fama.
Lo cierto e inapelable es que es un registro de lo que me fue llevando a elegir vivir una vida distinta, a partir de abril del 2017. Ya cada quién verá qué es este libro.

¿Por qué este título si nunca me gustó la natación?
Los que me conocen saben cuánto odiaba ir a la colonia de vacaciones.
Siempre odié las instituciones educativas. Todas ellas. Digna hija de madre soltera docente, me crié en aulas, en la imposibilidad de acostumbrarme a que mi mamá oliera a perfume en la mañana y que, con el correr de las horas, el perfume se tornara en olor al Colegio Nacional.
El olor del Colegio Nacional, que es donde más trabajaba mi mamá, es un olor muy particular. No sé si es porque lo inauguró Perón o porque limpian los pisos de madera con kerosene, o porque tiene tantos años que la tiza se acumula en las juntas del machimbre y hace alguna reacción química.

Para cuando cumplí cinco años y me tocó empezar la primaria, ya estaba harta de jugar a la maestra.
Y en las vacaciones que eran la transición entre el jardín de infantes y la escuela, había escrito el primer cuento.

Se llamaba ''La Luna y el Pez'', era un libro comprendido por una hoja A4 doblada a la mitad y, como éste, las ilustraciones también las había hecho yo.
Todo sucedía entre el aire y el agua. Nadie tocaba la tierra: la Luna se enamoraba del Pez, y el Pez le correspondía. A pesar de estar enamorados, nada indicaba que la Luna se mudaba al agua, ni que el Pez se mudaba al cielo. Sin embargo, se encontraban todas las noches, ella reflejada en el agua.
Por alguna extraña razón que desconozco, desde los cinco años, ya me pasaba esto de pensar/sentir que la noche es condición necesaria para el amor.
Y que el agua tiene algo que ver con esto de estar enamorado.

Cuando me vine a vivir a México sentí que nadaba por primera vez.
Vine en octubre del 2017, a darme cuenta de que mi alma había nacido acá y mi cuerpo en otro país.
En noviembre, respetando las raíces de mi alma, volví definitivamente.
En ese momento fue que empecé a creer que hay veces que las decisiones están tomadas antes de ser tomadas. Es por eso que este libro se compone de textos que escribí desde abril del 2017 hasta hoy.

Reviví los sueños en los que, hasta el momento creía, volaba.
Me di cuenta de que en esos sueños no volaba, sino que nadaba en el aire.
Aquí me sentí, qué cliché, como pez en el agua.
Pero no en agua de pecera. Pez en aguas abiertas: Me muevo fluido, encuentro peligro, aprendo a defenderme, hay muchos colores.

Lo que me gusta de nadar, ahora que nadie me obliga, es que uno está como inmerso en la inocencia. En el agua me siento inocente, como Alicia en el País de las Maravillas. Todo es nuevo, todo es lento.
Estoy sola, escuchando y viendo distinto. El tiempo transcurre de otra manera.
La gran masa de agua densa disminuye la velocidad de mi ser como disminuye la velocidad con la que la atraviesan los rayos de luz. Ahí adentro del agua, el tiempo es otro y, como si fuera una astronauta, cuando vuelvo a la tierra firme, han pasado mil cosas.

Hace un tiempo leí que últimamente la gente vive ''para afuera'', que antes vivía más ''para adentro''. No me acuerdo qué era lo que leí, si un artículo periodístico o qué, pero en líneas generales, lo que planteaba ese texto era que de tanto mirar pantallas y las vidas de otras personas en redes sociales, cada vez nos pensamos menos a nosotros mismos y prestamos más atención a lo que sucede por fuera de nuestros límites.
Me encontré trabajando muchas horas, y por ende, la mayor parte de mi vida empezó a transcurrir mirando pantallas.
Me encontré yendo a reuniones que requerían largos trayectos en transportes, y esos momentos fueron en los que me encontré, también, con la posibilidad de no mirar pantallas por un rato.
En esos momentos me asaltaron los pensamientos sobre mí, sobre lo que me estaba pasando, sobre lo que me había pasado hace dos, tres, cinco, diecisiete años. En esos momentos fue que se hizo inevitable pensarme.

Mucho tiempo no pude, al día en que escribo esto aún no lo logro, llorar. Sin embargo en Ciudad de México llueve de abril a septiembre, y encuentro en eso un aliciente para mi sequedad ocular.
A pesar de que llueve tantos meses seguidos todos los días a la misma hora, la gente se sorprende con la lluvia. Como si todos los días fuera la primera vez. Y jamás están prevenidos.

En esta ciudad las escaleras son muy largas y empinadas, con lo cual el camino es lento. Me lleva mucho tiempo subir las escaleras del metro, pero eso me da tiempo para preguntarme si realmente lo contrario a subir será bajar, o si también podrá ser quedarse parado siempre en el mismo lugar.




19.4.18

Las cosas que me despiertan

Cosas que me despiertan cuando tengo mucho sueño: el sol como un globo rojo amaneciendo por la montaña.
Al pasar de Ciudad de México al Estado, las palabras se escriben solas. Las normas que ya son flexibles en la ciudad, acá son de gelatina.
El paisaje es tan parecido al de Las Ovejas, que me alarma. Pero luego recuerdo que estamos sobre una pelota y que es probable que si camino demasiado, termine llegando a Las Ovejas por el norte.

Me llama la atención que me llame la atención el paisaje de montañas. A fin de cuentas lo que es más extraño aquí, es la llanura.

Viví toda la vida en la excepción.
En Las Ovejas me decían que el lugar se parecía a Irán.
México se parece a las ovejas.
No conozco Irán, pero de ser cierto, entonces creo que el mundo en general se parece bastante.

Las ideas que uno no anota cuando surgen y luego se olvida, desaparecen o quedan guardadas en algún lugar que se activa cuando uno tiene experiencias similares a las que despertaron la idea original?

9.4.18

Desde la taquería

Escribí el primer cuento cuando tenía cinco años.
Sucedía de noche. La historia giraba en torno a que la luna se enamoraba de un pez negro y dorado que veía en el agua. El enamoramiento era recíproco, por supuesto.
No existe la no correspondencia en mi mente de cinco años.

Mi mamá se emocionó tanto que lo publicó en el periódico local y todavía tiene el recorte de la publicación. También tiene el original escrito e ilustrado por mis manitos de cinco años.
Mi mamá se enteró que Fede, mi amiguito vip de ese momento, también había escrito cuentos. Uno de ellos era ''Maria del Carmen y la basurita''. No me acuerdo el nombre del otro.
Ambas madres, ambas María del Carmen, se pusieron de acuerdo y armaron una especie de taller literario virtual con nosotros dos y nos hicieron intercambiar los cuentos.
María del Carmen y la basurita me sorprendió gratamente, pero también me dio un poco de envidia porque era mucho más largo que el mío, y tenía una estructura mucho más compleja.
No sé si Fede leyó alguna vez mi cuento sobre la luna.
Fede ahora es Ingeniero Químico y tiene un hijo.
Yo estoy en la taquería, escribiendo lo primero que me viene a la mente.

Ahora es ''la'' taquería. Hasta hace unas semanas era ''una'' taquería. Pero está en la esquina de casa, y a algo hay que arraigarse, viejo.

Mientras degluto el cuarto taco de gringa y el cuarto vaso de birra, miro entrar y salir a la gente, y les guiño el ojo (porque tengo la boca llena todo el tiempo) a quienes me dicen que tenga buen provecho. Frase que aborrezco.
A pesar de que las taquerías acá en México son el equivalente en volumen de consumo a las pizzerías en Argentina, los mozos de las taquerías no están tan duros como los de Güerrin.

Estaría bueno un comercial de Güerrin que fuera un contest entre familiares, amigos, novios, etc, sobre si se dice ''Guerrin'' o ''Güerrin''.

Güerrin no necesita comerciales.

La gente llega a este lugar y se da cuenta que tiene que esperar un rato largo para poder sentarse. El lugar está lleno. Y yo me siento muy poderosa en esta trinchera que armé con mi mesa, los cuatro tacos y los cuatro vasos de birra.
La barra está vacía. Hay una pareja.
Creo que el nivel de interés en las parejas se mide en si al entrar a un lugar con opción entre barra y mesa, eligen la barra.
La barra es para gente que se quiere ir rápido. ¿Qué les pasa? ¿No quieren conversar?
Capaz soy demasiado tana.
Capaz estoy demasiado en pedo.
Capaz que veinte años después aún no supero a ''María del Carmen y la basurita''.



5.4.18

Sueño difícil

Sueño difícil.
Despierta y dormida.
Mi sueño se sitúa en el horizonte, y se aleja a medida que avanzo hacia él.
En el camino veo atardeceres, amaneceres, plantas y animales.
Nado, camino, trepo pero parece no llegar nunca el momento de encontrarnos, mi sueño y yo.
Mis amigos cada vez más lejos. Me cuesta llorar, no lo logro.
Ni despierta ni dormida.
Necesito instrucciones para todo, sobre todo para llorar.
Como caminando en una calle oscura de cualquier lugar.
Como en el mar.
Estoy atenta a lo desconocido, alerta. Porque sé que lo desconocido me sigue y me espera unos metros más allá.
Siempre sueño difícil.
En el camino reconozco a mis maestros: grandes personas de todo tipo y profesión, con rasgos desdibujados por el paso del tiempo en mi memoria. Me han enseñado desde trigonometría y reacciones de óxido reducción hasta lo que vale mi vida y la de cualquiera.
Todas personas cuya existencia, a las siete de la mañana de un miércoles, me ha roto infinitamente los ovarios adolescentes, pero que hoy recuerdo en una memoria actualizada y agradecida.

La universidad no me ha servido de nada. En cambio, el verdadero aprendizaje, que es el de sobrellevar lo que venga en la vida por el sueño que cada uno tenga, me lo dan a diario y de igual manera personas letradas y no.
No es fácil soñar grande, pero tampoco es evitable cuando uno se deja llevar por (no encuentro la palabra, no sé si existe. Qué? La vocación?).
El amor debe ser algo muy parecido.

Mis maestros, todos ellos, son gente que va enseñando por la vida sin esperar resultados ni reclamar agradecimiento a cambio.
Supongo que están seguros de su poder infinito y residual.

Gracias por todo, sobre todo a Deleuze y a mi vieja.

A veces se abraza con palabras

Hoy me llamó Mari.
Me contó que había soñado que yo aparecía en Buenos Aires, en Growlers, la cervecería que nos junta siempre, IPAs de por medio. Yo tenía la mochila aún colgada, estaba recién llegada.
De lejos Mari veía que yo estaba pidiendo un papel para anotar algo.
Mari se acercaba y quería abrazarme pero yo le decía que no podía abrazarla hasta escribir lo que tenía en mente.
Finalmente alguien me daba un papel, lo escribía, y nos abrazábamos.
Seguro ese abrazo duraba una eternidad.

Fue el sueño más lindo que me han contado.

28.3.18

El lujo mayor

Estoy tirada en calzones tomando una copa de vino, la segunda.
Cené empanadas. Qué lujo, pensé, poder elegir qué tomar y qué comer.

Cuando llegué a casa, mientras me sacaba los jeans y las medias a toda velocidad pensé ''qué lujo todo esto'', poder dejar la ropa tirada donde cae, tener ropa limpia para mañana, poder comprarme otra, tener varios pares de medias, cortos para las zapatillas, largos para los borcegos, cortitísimos para los zapatos que me compré la semana pasada...

Y con el desorden que me caracteriza en cuanto a ideas, enumeré rapidito la cantidad de cosas de la vida cotidiana que son lujos para mí. Me dí cuenta que estaba considerando lujosas algunas cuestiones que antes no lo eran, y normales cuestiones que antes eran si no lujos, al menos gustos.
Pienso entonces que la categoría de ‘’lujo’’ aplica a distintas situaciones según gustos, capacidad socioeconómica, nivel cultural y demás cuestiones sociológicas que me encantan pero que suelen ser aburridas para mucha gente.

Cada día me despierto y puedo bañarme, puedo desayunar lo que quiero y puedo elegir en qué tipo de transporte ir a trabajar, incluso vivo a una distancia que me permite llegar en bicicleta al trabajo.
El trabajo que cada día se acerca un poco más al trabajo de mis sueños. Lujazo.
Puedo elegir qué comer.
Puedo elegir reírme o no reírme de lo que me acontece. Eso es un poco más difícil, pero puedo elegir.

Luego puedo llegar a mi casa y tomar una copa de vino o dos, y comer lo que tenga ganas, y escuchar la música que tenga ganas y, si tengo mucha suerte, al otro día hay una filmación.
Y después estoy diciendo frases inconexas, cansada, sucia, pero feliz. Más feliz aún cuando me traspolo a los 10 años y a la primera filmación que presencié. Tan lejana, tan ajena, tan lujoso me parecía pertenecer a ese grupo de gente que se veía estrenada y apasionada.

En otro momento he tenido que comer arroz o fideos, o tomar café instantáneo para poder pagar el corto que estábamos filmando, o para poder ir a ver alguna obra de teatro, o simplemente porque creía que no merecía pasar un poco mejor las ultimas horas de cada día.

Ahora elegir es cosa de siempre, los lujos de antes son la norma actual, son lo alcanzable.

Los lujos de ahora son otros. Son los abrazos de mis amigos, de mi mamá, de mi papá, la comida de mi abuela, las incoherencias de mis gatos, mi bicicleta.

Pero la felicidad de elegir, eso es el lujo mayor.

26.3.18

Un GPS con la voz de mis amigos

Venía hoy, por fin en bicicleta, pensando por qué será que me siento tan a gusto en una ciudad tan compleja, tan extrema, tan contrastada, tan grande, tan contaminada.
Pienso en mis amigas, y en que tienen razón cuando me dicen que yo vivo al revés.
Y deduzco que debo sentirme bien porque, entre otras cosas, vivo en verano cuando la mayoría de mis seres queridos están en invierno.

Venía pensando en eso, y también renegando porque la gallega del gps me estaba diciendo que girara a la izquierda en un lugar donde había un camellón lleno de baldosas y palmeras, y no era la primera vez que me daba mal las indicaciones.

Pensé en que estaría bueno poder ponerle la voz de un ser querido al gps.
Una aplicación que, grabando palabras clave como ''sigue'', ''dobla'', ''derecha'', ''izquierda'', ''has llegado a tu destino'', logre hilvanarlas para que, por ejemplo, mi amiga Marianela, con la que siempre discuto si es para allá o para acá, me indique.
Y poder putearla con total impunidad, porque nunca puedo, porque en materia de ubicaciones, ella siempre tiene razón.

A veces extraño todo, sobre todo las discusiones con Mari, que siempre derivan en algo interesante o en comer algo, o en tomar una birra. Tres cosas que sabemos hacer muy bien.

Venía yo pensando en todo eso y disfrutando de la ciudad vacía, una ciudad vacía que usualmente tiene 22 millones de habitantes es llamativamente extraña, cuando veo que por mi derecha, se acercaba un grupo de gente de edades variadas, con un plotter de lona vinílica brillante impresa en tonos marrones, que decía algo así como ''marcha por la vida''.
Venían rezando el Padre nuestro sin parar a respirar. Llevaban pancartitas con fotos de fetos, de ecografías y algunas ilustraciones de fetos hablando y pidiendo nacer, total después vemos.
Frené. Los miré. Me reí.
Dije al aire, como quien no se anima del todo, ''qué cabezas de termo, por favor''.

No me escucharon porque estaban rezando el Padre nuestro.



20.3.18

Contra todo riesgo

Coger con forro,
comer sin calorías,
poner rejas en casa y
una,
dos,
tres,
cinco cerraduras,
pagar el seguro médico,
de la casa,
del auto,
contra todo riesgo,
contra terceros.

¿Quién dijo que la guerra terminó?

La vida y el macramé

Me da muchísima tristeza la gente que, por carecer de conocimientos sobre el lenguaje, no puede defenderse por sí sola.
Me acuerdo cuando mi mamá me contaba que había chicos en las escuelas que llegaban con cartas de los padres explicando que habían tenido que faltar a clase porque habían ''hoperado'' a alguien de la familia. En esa época nos reíamos, y conjeturábamos que tal vez la persona creía que se escribe ''hoperar'' porque sucede en el ''hospital''.

Por suerte el tiempo y las experiencias le han quitado gracia a este tipo de cosas, y he empezado a darme cuenta (es duro darse cuenta, siempre) de la importancia de saber hilvanar letras en pos de una frase coherente. Es poderosísima la persona que puede expresarse correctamente. Mucho más poderosa aún es la persona que puede hablar varios idiomas.

La vida y el lenguaje son dos cosas, entre tantas otras, cuya importancia desestimamos porque estamos acostumbrados a ellos. Porque hemos tenido suerte de no nacer en Siria y de haber estudiado en la Universidad.

Volví a Deleuze, nunca logro divorciarme de él.
Por el cine o por la política siempre vuelvo a Deleuze, e inmediatamente, al día siguiente, como si fuera una droga, me hace efecto y empiezo a cuestionarme las raíces de todo.

La ultima de Kaurismaki, Del otro lado de la esperanza, me hizo recordar la entrevista a Emilio García Webhi en la que habla de un texto que escribió Deleuze sobre Bacon. Siempre vuelvo a eso. Es que creo que el arte es lo que cala profundo. Lo que shockea y hace que uno empiece a pensar en lo que atravesó, tiempo después de haberlo atravesado.
Una especie de telar de macramé, donde se teje con nudos. Un macramé de conceptos que piden ser analizados para poder ser desatados.
Para mí esa es la verdadera obra, la que genera cuestionamientos sobre la verdad, no la que entrega verdades masticadas.

Entonces, creo, la vida misma es una obra.


19.3.18

Nueve coma ocho metros sobre segundo al cuadrado

Lluvia
Llanto
Yo
La fonética
Me limpio
me renuevo
me vacío
y me lleno
de agua
como el cielo
La gravedad
nueve coma ocho metros sobre segundo al cuadrado
El sonido
La doble ele
Me fertilizo
me limpio
de llanto
de lluvia
de sonido
de ruido
soy de nuevo
Nueve coma ocho metros sobre segundo al cuadrado.

8.3.18

Qué hace uno con el cuerpo

Vi llegar hoy a la gente que había visto ayer en el metro. 
Estábamos todos:
 La japonesa morocha, la chica con el pelo gris, la señora que parece señor, el que vende linternas que tiene la dentadura de metal. 
supe que iba a pasar algo. Mi vida es demasiado surreal como para que, dado un acontecimiento asi, el día siguiera un curso tranquilo.
Hoy se cumplieron cuatro meses de mi llegada a este país. Y hoy, una vez mas de tantas en el pasado, en el presente y en el futuro, entendí que la vida, la mía, vale mucho más que algo de plástico.
Me vi amenazada otra vez, y como cada vez, los recuerdos que tengo del horror son muy vagos. Son imágenes que debo forzar y completar para recordar el hecho más allá de lo conceptual.

Entre un montón de gente inmóvil, me dio pavor sentir lo efímera que es la vida. Sentirlo en todo el cuerpo.
Supongo que la adrenalina es la hormona de la muerte potencial.
Probablemente este haya sido uno de esos momentos en que las palabras no sirven para explicar nada. 
A veces son odiosas las palabras.
Supongo que lo que hizo mi cuerpo fue responder a la idea de que  mi vida soy yo.
Ver un objeto, un arma que me apunta, convertido en la presencia espectral de la muerte me parece, adrmas de algo muy cínico, algo por lo que tengo mucho respeto. Porque si, el respeto es miedo.

Tuve pánico y corrí por mí vida y por la vida de todos los que se quedaban, esperando no-sé-qué en ese vagón bajo tierra.
Los tipos entraron al vagón, venían corriendo. Eran seis.Tenían armas.
Y nadie se movía
No hizo falta que dijeran que todos al piso, ni que amenazaban a nadie. Todos ya estaban muertos por dentro. Parece que no les importa morir también por fuera
A mí sí. Entonces corrí. 
Yo que soy tan respetuosa de los límites, sobre todo de los espaciales, moví las vallas y me abrí paso.
En cada curva en que se abría la vista de los pasillos hacia el andén, frenaba y miraba el tren detenido, la policía corriendo, la gente inmóvil, los ladrones, los chorros, la escoria de la clase baja de la sociedad enferma de la que soy parte, y de la que siento que tengo responsabilidad, caminando entre ellos. 
Como hijos no deseados que maltratan a sus madres.

Ya no robaban. 
Ahora se escondían de la policía que iba llegando lento.
Lentísimo llegaban los policías. Desorientados, no entendían lo que pasaba. Cómo si en una ciudad en la que viven veintidós millones de personas jamas hubiera pasado algo así.
Algunos iban hacia el andén de enfrente y yo en mi corrida al pasar les indicaba que era del otro lado.
Corrí hasta la salida con mucha conciencia de lo efímera que se vuelve la vida cuando uno tiene conciencia de ello.


Esta vez estuve sola, y aunque todo el día necesité mucho el abrazo de mis amigos, me tuve a mí.

3.3.18

Viernes 2 de marzo

El viernes 2 de marzo terminó con dos pibes apuntándonos con un arma a Pablo y a mí, a 10 metros de su casa.
No, en realidad terminó con Pablo puteándome por haber querido ir caminando al Oxxo de la esquina en vez de ir en auto.
No, en realidad terminó cuando pude hablar por teléfono con mi mamá, que me dijo esas cosas que uno necesita que su madre le diga cuando pasa por una situación así.
No sé cuándo las madres aprenden las cosas que dicen.
Los vi venir. Los vi cruzar la calle. Supe que nos iban a robar.
Vi cuando, a veinte metros de nosotros, en pleno Bulevar Lago Chiem, el pibe que estaba de negro sacó el arma. Escuché que decían algo aunque no llegué a entender qué era. Hablaron bastante. Me pidieron la cartera pero yo no tenia nada encima, lo cual me dio más miedo.
Se dedicaron a revisarle los bolsillos a Pablo mientras el de negro le ponía el arma en las costillas.
Pablo no les quería dar las cosas y yo, en un tono de voz casi inaudible lo agarré, como si fuera un chorro más, y le dije que les diera todo.

Me pasaron muchas cosas por la cabeza.
La primera fue el miedo de que nos pegaran un tiro porque estaban nerviosos, o drogados o porque se les podía escapar. Luego que si nos pegaban un tiro, iba a ser muy complicado que nos atendieran rápido porque el sistema de salud acá es muy ineficiente.

Los chorros se fueron caminando y Pablo empezó a insultar a la concha de mi madre por haber querido ir caminando al Oxxo de la esquina en vez de ir en auto.
Me echó de la casa pero le dije que no me iba a ir.
Lo abracé pero me rechazó.
Quise ayudarlo pero no quería verme.
Tal vez veía en mí a los chorros.
Yo veía en él al pibe con el que quería estar en ese momento, convertido en un nene enojado con su mamá porque otro nene le rompió un juguete en el jardín.

Me trajo a mi casa, se fue a dormir a lo de sus padres, a pesar de que le ofrecí que nos quedáramos en un hotel, para estar en un lugar neutral porque yo no quería dormir sola.
Pero Pablo no quería mi compañía.
Ahora creo que lo más triste de la noche fue querer estar con alguien es que la otra persona no quisiera mi compañía.

Hoy me desperté pensando que hay un lenguaje universal que nos permite comunicarnos sin necesidad de la palabra. Anoche fue la manera en que los chorros caminaron hacia nosotros.
Pablo no los vio venir. Yo si, y supe lo que iba a pasar, pero no tuve tiempo de reaccionar (tampoco sé de qué manera hubiera sido correcto reaccionar sin poner en peligro la vida de nadie). No entendí nada de lo que decían.
Sólo escuché la palabra ''tiro''. Pero todo estaba muy claro.

19.2.18

Domingo lejos

Vamos al parque a buscar felicidad.
No como vamos al cine a buscar felicidad, ni como vamos a comer a buscar felicidad.
En el parque buscamos una felicidad distinta, que no nace de estímulos tan complejos como una película o muchos olores y sabores. Es algo más primitivo.
Yo voy al parque a estar con las ardillas. Me gusta verlas comer. Cuando comen pliegan la cola a su cuerpito, supongo que por una cuestión de supervivencia. Cuando comen no están tan alertas como cuando no comen. Y tener la cola desplegada puede ser un favor para un depredador. Me gusta deducir ese tipo de cosas en los parques.

Me emocioné con dos mamás que jugagan con sus hijas.
Las nenas me hicieron acordar a Rochi y yo cuando éramos chiquitas. Qué increíble haber tenido amigos que uno cree eternos. La infancia es puro presente.

Recordé cuando mi amiga Mari volvió de Punta del Este, teníamos 6 o siete años. Mari estaba pelada del sol y, como muestra de su afecto, me regaló un pedazo de piel que guardé como un tesoro en el bolsillo de mi mochila de Minnie. 
Teníamos 6 años, porque en primer grado usé la mochila de Minnie.
Cuando llegué a casa y le mostré orgullosa a mi mamá la piel de Mari, se horrorizó bastante y me dijo que era una asquerosidad.
Qué linda la inocencia.

Extrañé a mi mamá todo el día. Me dí cuenta que mi angustia se debía a que quería hablar con ella y no podía. La comunicación se cortaba y noté los 12 mil kilómetros en el pecho.
Quise escribir pero se me había apagado el celular.

Me senté en un árbol a fumar un pucho y pensé qué haría si me daban ganas de escribir algo extenso.
Recordé una birome en la mochila, pero no tenía papel.
Pensé que sería gracioso escribirme los brazos, pero no lo hice.
En cambio, armé un texto en mi mente que luego olvidé.

16.2.18

La cena del jueves

Estoy cenando tacos de pastor en un barcito en la esquina de casa.
Los comenzales somos pocos, ya es tarde, son las once de la noche.
Estoy sola, ya me tomé una birra en lo de Fran y ahora me estoy tomando otra. Estoy cansada y hambrienta, ecuación que me llevará a la ebriedad en breve, y estoy tomando birra sola en un bar. En Mexico eso es algo poco común. Enfrente mío una mesa se vacía de señoras y es ocupada por una pareja de hombre y mujer. El hombre queda frente a mí, y me mira con insistencia.
A veces cuando me pasan esas cosas, me imagino un equívoco entre la otra persona y yo. Fantaseo con la posibilidad de estar haciendo algún gesto que signifique algo, una especie de código. Escenas parecidas a las del asalto en From dusk till dawn.

Al tipo que me mira constantemente desde la otra mesa, puedo sacarle un foto?

Qué diferencia hay entre mirar a alguien hasta el hartazgo ajeno y sacar una foto? 
Un recuerdo individual y un recuerdo que puede ser colectivo.
La diferencia es la audiencia?
En la mesa de mi izquierda hay tres incogibles, todos hombres. 
Uno de ellos, el menos incogible de los tres, les muestra el celular a sus compañeros a la voz de "miren quién me ha dado superlike". Los otros dos miran y hacen algún otro sonido.
Luego el del superlike cuenta que hace un tiempo mientras fornicaba con una mina, ella le dijo algo que lo desconcentró. 
No llego a escuchar qué fue.

Yo voy por el quinto taco de canasta, más pequeño que los regulares, y mientras escucho esa conversación, intentando disimular lo indisimulable (mis ojos son demasiado grandes), noto que el tipo de la mesa enfrente mío me está mirando. Otra vez.
La única que no se da cuenta de nada en este recinto, es la mujer del que me mira. Ella está de espaldas a mí. Me llama la atención que tenga un chaleco de matelassé y una campera de matelassé, mismo color y material.
Y también me llama la atención que paguen la mitad cada uno.
A ellos les debo llamar la atención yo, que estoy sola, voy por el quinto taco, la segunda birra, y estoy escribiendo en un bloc de notas en el celular.

La pareja se va. A la pasada me dicen ''provechito'', palabra que me desagrada sobremanera, y el tipo que se pasó la cena mirándome, ahora me sonríe con total impunidad. De alguna manera, desconozco cuál, se las ha ingeniado para desdoblarse y no ser más el tipo que me estuvo mirando comer media hora.
El ''provechito'', la sonrisa del tipo tan ajena a su semblante anterior, me descolocan y les respondo ''chau, hasta luego''.

Me dispongo a irme. Me abrocho con dificultad las mangas de la camisa (diez horas de trabajo y dos cervezas han hecho un poco de mella).
Guardo el celular.


Lo agarro de vuelta.


Escribo estas últimas oraciones.

Hace rato ya dejé de escribir, pero el texto se sigue escribiendo solo.
La cadena de observadores y observados se ha cortado y ya no queda demasiado por hacer acá.

Pienso que nunca sé cuándo es correcto terminar.

Ahora sí me voy.