11.2.18

la inhalación y todo lo demás

Empiezo a escribir y contengo la respiración sin darme cuenta. 
Estoy escribiendo en un bloc de notas en el celular, en la puerta de embarque número 14 del aeropuerto de Lima, luego continúo arriba del avión que me lleva de Lima a México.
Cada párrafo que escribo me parece que es el último. 

Cada vez que pongo un punto, que luego es un punto y a parte, guardo la nota, bloqueo la pantalla, y me dispongo a leer Especies de espacios.
En la primera palabra que leo, exhalo el aire contenido, me doy cuenta que estaba aguantando la respiración, y  se me ocurre algo nuevo. 

Y otra vez la inhalación y todo lo demás:

Lo que sentí cuando llegué a Argentina:
Tan raro es que tus seres queridos vivan en un territorio que te es hostil.
Es como visitarlos en un frente de guerra.
Visitar a los amigos en un frente de guerra debe ser casi tan extraño como sentir que el país en el que uno nació no es su país, o al menos no lo es más, al menos no ahora.
Algo así como cuando un hijo se separa de sus padres, y lo hace varias veces, todas traumáticas, primero físicamente, luego ideológicamente, yo me he desprendido de Argentina. 

Siempre algo nos va a unir, como con los padres, supongo que aquello de lo que alguna vez fui parte. Por eso no dejaré nunca de ser parte.

Una conclusión alegre:

Los lazos con mis familiares se han vuelto más fuertes de lo que eran, al igual que con mis amigos y seres queridos. El resto de las relaciones ha ido tomando otros cursos, se han disuelto en algunos casos, se han vuelto un poco distantes en otros casos.
En todos los casos creo que los cursos que han tomado las distintas relaciones han sido totalmente honestos y naturales, eso logra la distancia, honestidad. Algo para mí tan fundamental.

Algunas cosas que pienso en los aeropuertos:

Leer a los autores que leen mis seres queridos me hace sentirlos cerca.
A menudo me regalan libros y al leerlos los siento acá conmigo. Mi escritura se empieza a parecer a ellos, como si nos viéramos seguido y nuestros hábitos empezaran a mimetizarse. 

Observo a la gente que lee en el aeropuerto. Parece que se esforzara por mostrar que su lectura es lo mejor que le pasó en la vida.
No dudo que pueda ser cierto, me ha pasado muchas veces.
Pero me extraña que jamás veo a alguien leyendo con gesto incómodo. 

No creo que todas las lecturas ajenas sean siempre agradables. Siempre hay algún momento de la lectura que es incómodo, desagradable, que interpela y necesariamente nuestro cuerpo se ubica en posición a eso.
Pero no, los lectores de aeropuerto, de terminales, de parques, de cafés, siempre parecen pasarla increíble. No lloran, no fruncen el ceño, no los entiendo.
A mí no me pasa, a pesar de que leo en todos esos lugares. Hace un rato lloré leyendo, por ejemplo.

Hace unos días conversé con alguien sobre cómo leemos: Te decís las palabras? O lees todo y sacas una idea?. Yo pensaba que era la única que le pasaba eso de decirse las palabras.

Algunos recuerdos que tengo mientras espero aviones:
-El baño ''de adentro'' (porque hay otro baño que, a pesar de que también está ''adentro'', le decimos ''de afuera'') de la casa de mis abuelos: La luz que entra en verano cuando empieza a atardecer, por la claraboya y el ventiluz del baño. Específicamente un día que volví de quedarme varios días en el campo y mi mamá me había preparado el baño.

-El atardecer desde la caja de la f100 de mí abuelo.

-Cuando a mí mamá la operaron de hemorroides. Ella está sentada en la cama de un lugar, clínica u hospital. Todo es bastante oscuro pero ella tiene algo blanco encima, probablemente las sábanas. Y está sonriendo.
Esa noche se corta la luz, mis abuelos piden pollo con papas fritas en una rotisería y cenamos eso a la luz del farol a gas que usamos en ocasiones de corte de luz. Lo recuerdo como un cuadro de Vermeer. Mis abuelos no saben demasiado qué hacer conmigo, que no debo tener más de tres o cuatro años.


-La luz entrando por la ventana del comedor de la casa de mis abuelos a las 10am. Las partículas del aire iluminadas. Mis rayos x.

-Un salón en el que nunca estuve, cuyas paredes están recubiertas con cortinas marrones hasta el piso, de una tela muy parecida al corderoy. No sé si detrás de las cortinas hay un ventanal o sólo pared. En ese salón hay una fiesta de gente grande. No los veo bien pero están hablando y algunos bailan ''Just don't want to be lonely'' de Blue Magic.

-Un almacén donde venden, entre otras cosas, leña y garrafas de gas. Fuimos con mi abuelo un domingo de lluvia. Creo que el dueño es amigo de mi abuelo, porque no fuimos a comprar nada, solo a visitarlo. Mi abuelo tiene puesto el sweater verde que le tejió mi abuela. Creo que mi abuelo no tiene sweaters más allá de los hechos por mi abuela. Para mi el sweater verde es el de los domingos de lluvia. Me gusta estar en ese almacén porque está en una calle de tierra dondea hay un charco que refleja el cielo y mi abuelo me dejó ir a meter las patas al barro. A la vuelta jugamos a la biblioteca en el comedor. Yo era la bibliotecaria. No sé qué edad tengo, pero ya sé escribir porque escribo las fichas de la biblioteca.


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