11.11.17

Gente en (no) lugares

El tipo del check in de Colonia Exprés me dijo que pensó que tenía 19 años. 
Me llamó la atención la velocidad con la que sacó la cuenta de mi edad. No habían pasado ni 30 segundos entre que le di mi pasaporte y mi pasaje y me los devolvió. 
''Debe ser la piel'', dijo después. Mi piel es un desastre, no había necesidad de que mintiera.
Le dije que suponía que le tenía que dar las gracias, y de esa manera le agradecí algo que no estoy segura que sea digno de agradecimiento.

Vi una mujer robando en el free shop.
Por la edad, creo que podría ser mi madre.
Sentí un poco de admiración. Nunca robé nada, estoy segura de que si lo hago me descubren.
Nunca robé nada voluntariamente. He robado carilinas en el subte sin querer, porque el vendedor me las dejó y se fue.
Esta señora tenía una actitud de estar mirando con inocencia las cosas de las vitrinas. Ojos achinados, flequillo sobre los ojos, mochila rosa, chatitas, jean. Estoy segura de que era docente. No sé por qué estoy segura de eso.
Estaba parada atrás mío y con su mochila empujaba la mía, y a mí. Me dí vuelta un par de veces con cara de ojete para que se diera cuenta, aunque esa técnica nunca funciona. La segunda vez que me dí vuelta, la vi meterse los chocolates entre el pantalón y la bombacha. 
Yo estaba haciendo fila para comprar cigarrillos para una uruguaya. Me dio 1400 pesos uruguayos y me pidió que comprara con mi pasaje así ella aprovechaba dos promociones. No entendí bien pero le hice el favor.
Le entregué, luego, los cuatro paquetes de cigarrillos en Montevideo.
Así que ahora tengo dos mochilas, una valija y cuatro paquetes de cigarrillos Nevada. 
Y una cabeza totalmente enquilombada.

Cuando llegamos a Colonia, se cortó la luz en el barco. 
Se escuchó el murmullo de cuando se corta la luz. No sé por qué la gente habla bajito cuando se corta la luz. Un ciego dijo "ahora son todos ciegos eh!". Y la que había robado los chocolates dijo "ay qué divino!".
A la gente le gustó el mix de ternura, melodrama y picardía que había en esa frase. A mí me pareció muy inteligente y me dio una cosita en el estómago, como cada vez que alguien hace o dice algo digno de admiración cotidiana.
Por suerte me ayudaron a sacar la valija del barco.

Cuando me bajé del barco, estaba en un lugar abandonado.
Es una especie de cantina que no atiende nadie, a la que le quedó una pintura de Coca Cola en la pared y un cartel con una lista de lo que ofrecía este lugar para comer. También pintado en la pared, a mano.
Fanta naranja, Fanta pomelo, Coca Cola, Sprite, hamburguesas, panchos. No hay precios. Hay bancos y mesas de material pegados al piso. Nadie los usa. Parece el bar de un club de verano de algún pueblo. Me fascina ese lugar. 
Me hace acordar al bar que había al lado de la Esso de mi pueblo, el cual jamás vi abierto porque cuando yo nací ya era un lugar abandonado. Sin embargo, cuando pasaba con mí mamá por la vereda, desde afuera se veían carteles con fotos de los menúes que ofrecían. Una de esas fotos era un pancho con mostaza y un vaso de Coca rojo de los de papel. La Coca se veía fría, los hielos en la superficie, el vaso transpirado. Amaba ese lugar aunque nunca entré. Y creo que a los panchos sólo les pongo mostaza gracias a esa foto.
Volviendo a donde estoy ahora, atravesé el lugar abandonado y luego un pasillo con muchas vueltas.
Todos los demás que estaban en el barco van adelante mío. 

Mí valija es muy pesada, me cuesta moverla. 
Es tan pesada mí valija, que sólo llego a ver la espalda y la valija del anteúltimo de la fila un momentito antes de que desaparezca al dar la vuelta en el pasillo.
Cuando llegué al sector de aduana, con mucha dificultad pasé las mochilas y la valija. Cuando agarré la valija, vi que en el piso, justo abajo, había un ojo turco.
Sentí que estaba ahí para mí. Lo levanté y me lo guardé. Recordé la cinta roja que se me salió en la casa de Diego cuando lo conocí. Recordé la cinta violeta que se me cortó el 30 de octubre, cuando hacían cuatro años que empezaba a trabajar en cine, y estaba en mi último rodaje en Buenos Aires. No sé si el ojo será mí amuleto. Yo creo que sí.

En el vuelo de Lima a el Salvador, un señor escupió todo el viaje en una bolsa de papel que se guardaba en el bolsillo. Me parece rarísimo guardar escupitajos en una bolsa en un bolsillo.
Me robé la mantita del avión. Se sintió bien. Cuenta como mi primer robo voluntario.
Marchelo me dijo que me quiere y me pidió disculpas por haberme histeriqueado. Me dijo que le gustaba mucho. Me pidió que no esté con su amigo. Me lo dijo cuando estoy a 12 mil km de distancia. Me mandó un audio contándome que por hablar conmigo se equivocó de bondi y en vez de tomarse el 130 se tomó el 111 y se bajó en cualquier lado. Petit escargot.
El sábado uno me invitó a salir. Le dije que no podía porque al otro día me iba a vivir a México. No me creyó.

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