Con el ánimo suicida con el que un pirómano enciende un fósforo
al lado de un bidón de kerosén,
escribí tu nombre en el buscador de Google.
Te googleé hasta desmembrar
tu nombre
tu apellido
tu árbol genealógico
las mujeres con las que estuviste
y con las que creo que estuviste.
Lo que sos
o lo que creo que sos.
Te deshice en unos y ceros
hasta que desapareciste
como si estuvieras escrito en el libro de arena
ese
que Borges le compró a un desconocido
que le decía
que mirara bien
que eso que miraba
ya no iba a estar ahí
nunca
más.
Googleé, también, nuestros nombres juntos
uno
al lado
del otro
oh casualidad
no apareció nada.
Lo poco que encontré
no fue suficiente
ya
para hacerme daño.
Mirá, a fin de cuentas
y de todos estos años
no sé si me hiciste un cayo
o me hiciste bien.