10.4.17

Quedarse es tan triste como irse

Intento leer La Audiovisón, de Michel Chion, pero hay algo que me molesta en el pecho.
Sé qué es, pero es tan grande que no encuentro palabras.

Estoy confundida y triste. Camino por la calle mirando al piso y veo papelitos que piden ''aumento salarial YA''. Y pienso, no es el salario lo que los/nos/me mueve. Es la necesidad de sentirse útil. De que alguien te haga notar que tu existencia y tu trabajo son necesarios. El aumento salarial viene con eso.

Levanto la vista de los papelitos. Ya sé qué es lo del pecho. Es la angustia que me genera que se me presenten todo el tiempo las ganas de irme.
Lo pienso mientras hago pis, mientras almuerzo, cuando voy al banco, mientras miro la bola de pelos que pasa de un extremo a otro del vagón del subte vacío cuando vuelvo de trabajar doce, quince, veinte horas.

Quedarse es tan triste como irse, me digo. Después pienso en lo que dije, porque me parece que lo dije por decir. Pero no, es cierto. Quedarse es tan triste como irse. Todas las veces que he estado en otros países, no hago otra cosa que pensar en Argentina. No me siento bien estando lejos, me siento en falta.

Sí, quedarse es tan triste como irse, me convenzo. Eso es una parte de una canción, de qué canción era. Espero que no sea de Calamaro, por Dios. Ah, no, es de La Bersuit. Bué.

¿Por qué no me puedo concentrar? La Audiovisión es mucho menos angustiante que estudiar a Peter Schumann.

Quedarse es tan triste como irse. ¿Por qué no puedo parar de pensar en eso? ¿Ni en ninguna otra cosa? Me duele pensar. Y me duele darme cuenta.

Darse cuenta es doloroso.
Te das cuenta de que te mienten, que algunos de los que te mienten no saben que te mienten, y otros sí saben. Y no les importa.
Y no les importa que sepas, porque su poder está legitimado por los que les creen, y vos, simple cosita con vida, no vas a deslegitimar a ninguno de ellos.

Y ahí te duele un poco más, porque estás ahí, compartiendo el oxígeno con un montón de gente ingenua.

Y te da bronca, porque ahora tenés que vivir con la molestia de saber que la verdad es otra aunque no sepas cuál, porque al igual que la mentira, cambia todo el tiempo.
Qué bien se estaba creyendo en Papá Noel, ¿no?. Podía esperar siempre lo mejor, y si no llegaba, era culpa de un viejo gordo con el cual los padres no tenían nada que ver.

Y te da un poco de envidia, porque el que vive engañado vive cómodo.
Andá a decirles que la utopía es un arma del poder para manipular a las masas. Probá. Loco subversivo.

Pero también, y aunque muy muy a veces, te da felicidad. Porque cuando encontrás alguien que también se dio cuenta que estaban queriendo mentirle, te sentís en casa.
Es difícil, pero la felicidad de encontrarte con esa gente es intransferible.

Por eso creo que quedarse es tan triste como irse, pero estando lejos va a ser más dificil sentirse en casa.

¿Cuántas veces somos capaces de cometer los mismos errores?