22.7.19

Gretel

Me fui lejos
tan lejos
de mi
que ya no sé cómo volver.

Tomé otro camino
y llegué a mi
pero desde ese lugar
me veo distinta.

No me reconozco.

Me desespero y les grito a mis amigos,
a mis ex novios,
a mis amigas,
a mi familia,
que también andan en ese bosque
perdiéndose y buscándose.

Los árboles absorben mi voz
que ya de por sí no es tan alta.
Algunos me escuchan
y desde sus lugares de sí mismos
tan perdidos como yo,
me dicen que tranquila,
que siempre se vuelve,
que a veces es necesario,
que la vida es esto de perderse y encontrarse.

Y me calmo un poco,
y otro poco siento que no entienden
una mierda.

Y levanto una ramita del piso.
Mientras camino llorando
le voy sacando la corteza
y la tiro a un costadito
y cuando la ramita ya quede en carne viva,
la tiraré a un costadito
al final del camino de corteza.

y me dedicaré a sacarme la mugre de las uñas
con las otras uñas,
teniendo algún tipo de fe
en que si hago eso
matare más rápido el tiempo que falte
para encontrarme a mi misma.

21.7.19

Me prestaron un libro de Fabián Casas

Me prestaron un libro de Fabián Casas.
Está subrayado con fibra verde.
Ahora sé casi todo sobre su dueño.

A mí nunca me gustaron los poemas
sin embargo, con el paso del tiempo,
se me ha vuelto inevitable escribirlos,
pensar en poemas,
sentir en poemas,
aunque nunca sé del todo qué es.

Lo que yo quiero es que algún día alguien me lea
tomando un vaso de whisky,
sentado en su lugar preferido,
en su sillón preferido,
lo más cómodo posible.
Si es posible y el frío lo amerita,
frente a un hogar a leña ardiendo.
Y quiero que esa persona sienta lo mismo que quien me lea en el tren,
posiblemente sin frenos,
seguramente lleno de gente,
volviendo a casa al final del día,
para olvidarse un rato de su condición de mortal.

Quisiera que elijan mis palabras,
ofrecidas como pedacitos de mí,
que el del sillón y el del tren sean mis amigos.

Me prestaron un libro de Fabián Casas.
Está subrayado con fibra verde.
Ahora sé casi todo sobre su dueño.


Ventilar

Perdonar a mis abuelos es como darles la casa en la que los soñé felices.
Yo hubiera elegido otra cosa para el fin de sus días, pero ellos querían eso:
Vernos comiendo, corriendo, riendo,
discutiendo por alguna tontera.

Y perdonarme a mí por no haberlos entendido,
durante tanto tiempo,
también es importante,
porque soy un ser humano.
Y con culpa no se sobrevive,
con enojo tampoco.
Con reproches se desnutre el alma.
Y con enojo se enferma el cuerpo.

Con perdón se sigue adelante,
y se ama
un montón.
Porque perdonar es como limpiar y ordenar,
hacer lugar,
ventilar.