29.2.12

Buscar en la basura

Las cosas no fueron como antes nunca más.
Siendo tan necesaria para tantos, nadie habría pensado que Dios, la Muerte, la vida o el Diablo se la llevarían algún día. Su omnipotencia le jugó en contra y, tal vez, fue por eso que nadie se preocupó cuando no volvió. Los primeros meses esperaron. Durante los siguientes, la espera se hizo costumbre y el tiempo y la lluvia la hicieron cotidiana. Sin darse cuenta, sus vidas se aguaron hasta ser acuarelas. Y así, leves, andan escondidos por la ciudad cargando la cruz de haberse quedado esperando.
El viejo es pescador. Si alguien lo viera, intentaría devolvérselo a Berni. No le queda nada. Lo que tuvo se fue con la marea una noche que se hizo incontrolable. Lo suyo ahora es un bote, una casilla y una red. Al bandoneón ya no lo tiene. Se lo regaló a los hijos de su única hija, María, que limpia por hora en casas de familia.
Los hijos de su única hija, María, la que chusmea la basura ajena para ver qué cosas tiran las demás familias.
Los hijos de su única hija, María. Es decir, sus nietos, pasan los fines de semana arrancándole notas notas al bandoneón en algún ricón libre de Florida a cambio de algunas monedas porque a su única hija, María, no le alcanza para que coman y vayan a la escuela.
Mientras tanto, ella disfruta de lavarse las manos en casas que no son la suya. Usar otras canillas y otros jabones la deja imaginarse otra vida. Se lava las manos despacio.