En el sopor de un scouting al sol de las dos de la tarde en el playón municipal de una unidad habitacional de la colonia Lomas del Cadete, en Naucalpan, Estado de México, una vecina recorre el barrio.
Toca las puertas de las casas y pregunta a sus comadres cómo resolvieron sus hijos la tarea de matemática. Si de derecha a izquierda o de izquierda a derecha. Nos mira de reojo, somos lo otro. Vinimos a romper, a los gritos y a billetazos, la tensa normalidad que reina en el lugar: Pasamos a los baños, a las terrazas, a los pasillos, les sacamos fotos a los carteles, a las fachadas, a ellos mismos y a sus perros. Para nosotros también ellos son lo otro, por eso vinimos.
La comadre le dice que recién va llegando, que todavía no le revisa el cuaderno a su hijo. Es que esas están pedidas desde el lunes, dice. Hoy es jueves.
En todos lados se cuecen habas, pienso.
Ah bueno, pues, apenas me voy a poner a verlo, dice la comadre.
Ah bueno pues ahí me avisa si las hace de derecha a izquierda o de izquierda a derecha, dice la señora.
