23.6.10

El secreto del éxito

La última película de Campanella, ganadora del Oscar, venerada en varios festivales y aclamada por el público, no tiene nada que envidiarle (sea esto bueno o malo) al cine norteamericano.
La película se yergue apoyándose en la estética (como no podía ser de otro modo) que educó al director en materia cinematográfica. Si bien la historia es nuestra, bien argentina y política, pueden apreciarse ciertos rasgos ‘’yankirizantes’’ como un Francella alcohólico, que no pierde lucidez a pesar de estar siempre ebrio, ídem al Bruce Willis de 16 calles; la relación Sherlock Holmes-Watson de los personajes de Darín y el actor antes citado; o la extraña capacidad de Darín de resolver conflictos con el sentido común como mejor herramienta, al indefectible estilo Dr. House.
Más allá de esta dependencia del mundo imperialista que coloniza hasta estilísticamente las mentes más brillantes y creativas, el film presenta una historia, como ya se dijo, muy propia. Violación seguida de muerte, se caratula el caso, pero la cuestión de fondo es el vaticinio de muchas muertes más.
La historia transcurre en 1974, durante la presidencia de Estela Martínez de Perón, momento en el que las instituciones democráticas comenzaban a dejar ver su debilidad a la vez que se implantaba la doctrina de seguridad nacional, el peor momento para querer hacer justicia.
El sentido argumental se deja entrever progresivamente con imágenes como la de un policía flaco, pelado, de bigotes, que regentea una cárcel donde hay dos hombres inocentes golpeados injustamente, uno de ellos boliviano, el otro ‘’por lo menos’’ argentino (cualquier similitud con la realidad de la época, es pura coincidencia); y con frases como ‘’la vida personal de él, con los subversivos que hay dando vueltas, no nos interesa’’, propinada por un trabajador del Ministerio de Bienestar Social cuando el personaje de Darín cuestiona la existencia de un asesino en el séquito de custodios de Isabelita.
Acostumbrándose a la realidad corrupta que presenta la película y previendo el final feliz americano, llama la atención que el desenlace sea completamente cínico y sorpresivo, si por cínico puede entenderse la justicia por mano propia a la manera Fuenteovejuna, pero trocando la muerte material por la muerte social. Es en el fatídico desenlace donde uno se pregunta si era necesario terminar así; pero Campanella, previsor, inmediatamente pone a justificar, a un Rago excesivamente avejentado, su acto con una simple frase: ‘’usted dijo perpetua’’, y es entonces que teniendo en cuenta que a lo largo de 25 años la Justicia no hizo nada, tiende uno a compadecerse aunque sea mínimamente del victimario, es decir, Rago.
La película está perfectamente hecha desde todos sus ángulos, esto no quiere decir que sea buena para todos, es, simplemente, buena para Hollywood y su excluyente mercado del adormecimiento de neuronas. Tiene buenas tomas, buena definición, excelentes actores, un poco de comedia, un poco de drama, policial, un pilín de futbol y la infaltable historia de amor, una mezclita que agrada al público popular acostumbrado al cine globalizado, una especie de Big Mac con Coca Cola. Pero también tiene un profundo componente ideológico que sienta otra hipótesis, además de la ya existente, bastante creíble sobre el surgimiento de las organizaciones paramilitares y el aparato represor.