2.8.19

Feliz y lejos

Era martes y habíamos decidido coronar la ultima visita de mi madre en México con una cena en un barcito de acá a dos cuadras.

Mientras empezaba a llover
y tomábamos vino,
hablamos de perros viejos
con artrosis en las patas.

Hablamos del fin de esos perros
mientras tomábamos vino y comíamos empanadas.

Las tres sabíamos que no estábamos hablando
de los perros
ni de la artrosis
sino del fin de nuestro encuentro,
y del comienzo de un tiempo de lejanía
cuya extensión es siempre imposible de descifrar.

Los perros viejos no fueron más que el escudo
detrás del cual escondíamos un facón hundido en el muslo
de amor y nostalgia anticipada
por saber a la otra lejos.

Feliz
y lejos
feliz
y lejos
feliz
y lejos.

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