2.7.20

Bitácora del viaje obligado al Extranjero #28 - La costa

2 de julio. 3 meses y 16 días.

Una tarde en Isla Barú, Colombia, con mi prima Pauli nos calzamos los snorkels y nos fuimos a nadar.
El mar es muy tranquilo en Barú. Demasiado.
A medida que avanzábamos, una a la par de la otra, íbamos señalando seres del agua: estrellas de mar, rayas, peces de colores, plantas.
Nos mirábamos y nos reíamos, todo era una maravilla. Cada tanto nos dábamos vuelta y hacíamos la plancha dándole las panzas al sol.

En un momento todo empezó a ser negro: no veíamos más seres, ni el fondo del mar. El agua empezó a sentirse cada vez más fría a medida que avanzábamos.
Con las miradas decidimos volver hacia dónde se veían el fondo y los seres, pero no encontrábamos el camino. Todo a nuestro alrededor era negro.
Nadando como perritos, levantamos las cabezas y no había costa.

Habíamos perdido la costa.
Perderse en el agua es muy difícil porque no hay referencias que te puedan guiar en el camino de vuelta.

Nunca supe cómo fue que pudimos volver, pero acá estamos, en tierra (a veces no tan) firme.

El primer tiempo que estaba en México, soñé una noche con Barú: toda mi familia estaba en la playa, despidiéndome.

Yo me iba decididamente a nadar.

Ahora, otra vez, no encuentro la costa.


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