24.10.19

La fórmula de la Coca Cola

Hace unos ocho minutos me dí cuenta que
estar muerta sería como tener todas las respuestas,
conocer todo el mundo.

Habitar este mundo,
comer,
cagar,
dormir y, lo peor,
despertar
en el mismo mundo conocido
todos los putos días
sería el infierno mismo.

Si se terminaran las preguntas,
se terminarían las respuestas.

En lo que a mí respecta,
por ahora,
nunca tengo respuestas normales.
Sería muy difícil que de mi boca salga:
20 millones
verde

no
mañana
así, como verdades completas,
a secas, totales, cerradas.

Siempre de mí saldrán ramas-respuestas.
Porque por dentro soy un poco un arbolito.
Un bonsai.

Y así toda ramificadita por dentro,
esta mañana me pregunté,
mientras tomaba el mismo café negro de siempre,

en qué momento la mesa de un bar,
tan ajena a mí,
se convierte en mi territorio?
Es cuando me amigo con la luz?
Es cuando me apropio del servilletero y hago bolitas de papel?
Es cuando me siento con la confianza suficiente como para suspirar con sonido?

E inevitablemente
me transporté al Cementerio de la Chacarita
y a mi madre suspirando,
y a la frase ''el suspiro es aire que sobra
por alguien que falta''.

Y a mi mamá llorando la muerte de José,
o tal vez llorando la angustia
de no saber si iba a poder cargar con tantos recuerdos ella sola.

La amistad siempre es un acto de fé.
Como la fórmula de la Coca Cola.

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