6.11.18

Mañana con trencitas

Hoy me tocó trasladar ocho cajas que, cada una, pesaba lo que un niño de 4 años promedio. 
Me habían dicho por teléfono anoche, que cada caja pesaba diecisiete kilos, y que pidiera ayuda para subirlas a mi casa.
Pero diecisiete kilos pesaba cada una de mis primas cuando tenían seis años, pensé yo, que a esa edad sabía cuánto pesaba todo el mundo porque era obesita y estaba traumada.
Anoche subí las cajas sin problema y sin ayuda.
Hoy a la mañana no fue tan fácil como anoche. Por suerte el señor del Uber me ayudó a cargarlas en el auto. 
Ocupaban mucho espacio y a mí me dolían los ovarios.
Por suerte, puedo decir ‘’por suerte’’ porque la verdad es que mi escaso tamaño en general me ayuda mucho a moverme con facilidad, pude meterme debajo de una de las cajas y viajar en el asiento delantero.
La caja era tan grande que tuve que elegir ir mirando por la ventanilla o ir mirando al chofer, o ir mirando hacia adelante pero con la nariz aplastada en la caja.
Me decidí por la ventanilla.
Iba mirando la calle, los autos, la gente, los carteles. En un momento mis ojos fueron a dar al espejito retrovisor de la puerta, y me vi.
Y vi mi pelo, que lavé por ultima vez el domingo pasado en Puebla, porque en Ciudad de México está cortada el agua desde el 31 de octubre. Hoy es 6 de noviembre. Mi pelo ahí, duro, estoico, porfiado. Me dio entre impresión y vergüenza ir a trabajar así.
Arrastré mi nariz por el lateral de la caja hasta que logré mirar al chofer y preguntarle si sabía qué pasaba con el corte de agua.
Con sonrisa y casi risa, como si a él no le afectara no poder lavarse el culo, las patas o el pelo con comodidad, levantó ‘’El Publímetro’’, un diaro amarillista como el 85% de los diarios de acá, y me mostró un titular que decía que no habría agua hasta el fin de semana.
Volví a arrastrar mi nariz por el lateral de la caja hasta lograr mirar los autos, la gente y los carteles otra vez, y pensé ‘’mañana voy con trencitas’’.

No hay comentarios: