4.12.18

Nota de audio

Cada vez que decido escribir algo es porque me asalta una idea, o una sensación que se desprende de una idea, o una idea que se desprende de una sensación.
Y necesito escribirlo.
Primero lo escribo en mi cabeza y lo voy acomodando.
Un poco.
Como si fueran valijas que meto en un baúl para irme de vacaciones.
Las voy acomodando para que queden más o menos ordenadas. De alguna manera que me guste.
No necesariamente ordenadas bien, sino ordenadas por colores, o por versos, rimas, parecido de las palabras o de las valijas.
Esperando para cruzar en un semáforo vi a tres señores que venden flores, jugando a las cartas en el piso.
No sé qué juego era. Había que agarrar una carta del mazo que estaba en el medio, boca abajo, y armar un juego con el resto de las cartas que tenían en la mano.

Dos de ellos agarraban siempre cartas malas, evidentemente, porque las miraban y las dejaban caer boca arriba de una manera como si las dejaran volar al lado del mazo.
El tercero parecía estar agarrando cartas muy buenas: las agarraba con confianza, pero sobre todo las tiraba boca arriba con confianza.
En un momento hizo un juego y lo bajó, para que los demás lo vieran.
Era como si él tuviera el poder sobre las cartas, mientras que los otros dos eran esclavos de las cartas.

Siento que los juegos de mesa demuestran mucho de cada persona, de cómo se toma las cosas cada persona, y sobre la idiosincracia de un lugar.
Acá cuando no te salen cartas buenas, la gente las deja volar, como a los problemas. En cambio si te va bien, te sentís más confiado.

Si ellos tres fueran argentinos, no estarían dejando volar las cartas malas.
Se estarían quejando y, sobre todo, estarían pensando que el otro se está carteando.

Se me ocurrió ir escribiendo esto en mi cabeza y escribirlo en un soporte un poco más duradero al llegar a casa.
Pero me dio vértigo la idea de que al llegar a casa no iba a querer escribir sino tomar birra y sacarme los zapatos y que, cuando decidiera sentarme a escribir esto, la idea iba a haber cambiado lo suficiente como para no querer escribirla.
Así que decidí grabar este audio, para que de alguna manera quede ahí.
A pesar de cuando lo escriba, se volverá a escribir.

1 comentario:

Don Julio dijo...

Muy inteligente de su parte.
Jamás logré grabar audio para escribir
o componer canciones
o descomponerlas
Interesante el juego
parecía el desconfío
a lo que jugaban esos tres
Siempre parece que la idea
no va a tener nada que ver
con lo que se sintió
y a veces no es tan así
Ahora me da curiosidad por
oir tu versión original
Abrazo