4.12.18

Los tucos del tío Daniel

Todo el mundo hablaba siempre de los tucos del tío Daniel, a quien vi una sola vez porque se murió al poco tiempo de conocerlo. Como si la vida lo hubiera hecho esperarme.
Lo poco que pude observarlo, parecía una versión mejorada de mi papá.
No llegó a conocer a su primer nieto.
El día que fuimos a conocer a Antonio, recién nacido, unos días después de la muerte de Daniel, mi papá se puso una camisa suya cuidando de no lavarla para que el bebé pudiera conocer el olor de su abuelo.

Jamás lo mencionó.

Me lo contó entre lágrimas y tos de fumador en el ascensor del sanatorio Anchorena. Y yo, que ni siquiera conocía tanto a mi papá, sentí que ese era el acto de amor más grande y único que conocería de él en 26 años.

Ahora cada vez que hago tuco siento la presión en la nuca de tener que hacerlo tan bien como el tío Daniel. Y es dificilísimo, porque sinceramente no recuerdo si llegué a probarlo o no. Pero siento que si me salen bien, soy de la familia.

Y siento que nunca lo logro, porque no me acuerdo si sé cómo era.

2 comentarios:

Don Julio dijo...

Qué hermoso este texto
y hermoso tu papá
Y hermosa vos
por querer ser de esa familia
por honrarla
Aunque no recuerdes
si si
o si no
lo importante es el impulso
que te lleva y trae
por este mar de letras
que te hace poemarte
Y te hace cocinarte
Si la hacés, yo la pruebo.

Alicia en el país dijo...

Hola, quién sos?