21.6.20

Bitácora del viaje obligado al Extranjero #23 - Colbert Ice

Tres meses y cinco días:

Parada con los brazos en jarra en el medio del Ecoducto del Viaducto Miguel Alemán, de donde siempre robo romero e intento en vano hacer esquejes que prosperen, miro hacia el lado del World Trade Center, por donde cae el sol y se ven, finalmente, las montañas despejadas por la lluvia que todavía no llega hasta acá pero que ya no tarda, y pienso:
Qué lejos estoy, la concha de la lora. 
En qué momento habrá sido que dejó de divertirme todo lo que hoy me abruma de este maravilloso y terrible país?

''El que abandona no tiene premio'': Se me aparece esa frase del lado de adentro de la frente como un letrero de neón que me encandila al revés.
Qué frase de mierda, pienso. La persona que inventó eso debe haber estado muy segura de que la vida es como un álbum de figuritas que canjeás por un vasito térmico.

Y si el premio está, por el contrario, en barajar y dar de nuevo? 

''El que no arriesga, no gana'': Se me aparece esa frase del lado de adentro de la frente, como un letrero más amable con mis ojos, uno de madera.

Y si me voy y con el tiempo los recuerdos empiezan a ser como sueños y después se convierten en sueños que no puedo recordar?

Tal vez sea que no sirvo, o que no tengo la valentía, para los compromisos a largo plazo.

Pasó un señor paseando a su perrito que dejó una estela de olor al Colbert Ice que se ponía mi abuelo después de bañarse, en aquella época en la que todo estaba bien y mi abuelo tomaba vermouth en el patio a las 8 de la noche mientras nos envolvía el humo del espiral de los mosquitos y mirábamos aparecer las estrellas, y él me contaba historias del campo.

Se me escaparon un par de lágrimas que escondieron los anteojos de sol y absorbió el barbijo de triple capa de tela que tenía puesto.
Me senté en un banquito del Ecoducto e hice esta lista de necesidades para cuando se pueda volver al país del patio de los espirales y el vermouth:

Una mecedora.
Una parra.
El sol bajando.
El olor de las plantas.
Los pies en el pasto.
Una mirada cómplice.
Abrazos.
Un fueguito.
Reirme hasta que me duela la panza.
Las montañas violetas al atardecer en el sur.

Todo esto en cualquier orden.

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