10.11.17

Dormir

Estoy en la cama de Diego, que será mi cama por un mes.
Diego está en la cocina/living/estudio. Deambula por esos tres lugares terminando de armar su equipaje para irse a China. 
Tuvimos una conversación que fueron varias. Puntuadas por cerveza y un licor de Italia que no me acuerdo cómo se llama pero es riquísimo.
Hablamos de su obsesión por el sexo y las mujeres. De su amor por su casa. De que le gusté por argentina y le disgusté por soberbia, o sea, le gusté por lo mismo que le disgusté. De que nuestro buen sexo derivó en amistad. 
Él no me preguntó qué me pasó a mí, qué caminito hicieron mí mente y mi alma. 
Lo único que me apena es que Diego esta noche no duerma por evitar compartir su cama conmigo.
La locura es que hacemos muy buena dupla. 
No me animo a escribirlo. 
Estoy escribiendo mucho sin comas. 
Muchos puntos. Muy contrastado. 
Mi escritura ya es mexicana.
Mi alma y mi cuerpo también.
Tengo la cabeza llena de cosas, como un depósito.
Finalmente dormimos abrazados aunque no nos dimos un beso en todo el día.
Soñé que me secuestraban.
Una diferencia de veinte horas es igual a una diferencia de cuatro.

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